CUERPO DE LEWY

La dicotomía entre el amor y la desesperación

Por Isabel Agurto

Cuerpo de Lewy parte con un almuerzo entre una hija y un padre que no está presente. Es una obra que a ratos confunde, que logra transmitir al público algo parecido a la demencia con coreografías de cocineros y doctores arrojándose repollos como si fueran cabezas, partiéndolas en dos y tratando de sacar algo de adentro de ellas, algo que anda mal, algo que tiene al paciente en el estado en que está, como un vegetal.

Los garzones / cirujanos preparan el festín, explicando a la vez, cómo, en el pasado se intentaba extirpar la demencia o la locura de un cerebro. La llamada “piedra de la locura” fue una creencia durante la Edad Media que aseguraba que aquellas personas con enfermedades mentales padecían esos males debido a una piedra que afectaba el cerebro. El tratamiento consistía en una especie de craneotomía para extraer la piedra que afectaba la razón.

Al mismo tiempo, el montaje logra explicar lúcidamente la realidad de una hija al cuidado de un padre con demencia por Cuerpos de Lewy. Un padre que en sus pocos momentos de lucidez la ilumina y le da esperanza, pero que la mayor parte del tiempo, desde su inmovilidad, solo transmite desesperación.

La hija, Ignacia Agüero, quien es actriz, dramaturga y directora de Cuerpo de Lewy, es quien nos guía durante el trayecto, sobre la enfermedad de su padre. Ella decide, a modo de ritual, traer a escena el almuerzo que no alcanzó a tener con él a raíz de su profundo y fulminante deterioro cognitivo.

Es imposible no empatizar con el relato de Ignacia sobre su padre y la situación de ella misma que a ratos pareciera recuperar la calma y en otros perder totalmente la paciencia. En el almuerzo está ella sola y el padre es traído a escena solo en sus recuerdos, a veces representado por cabezas de repollo o un muñeco. Todo esto, inteligentemente apoyado con una iluminación, en momentos, escandalosa y provocativa y, en otros, calma y tenue.

La angustia que se transmite, no solo por los textos que son fuertes y explícitos, también llega en la coreografía de los actores, la iluminación y el mapping que nos va centrando en cada momento de rabia, de desilusión, de cansancio.

La demencia con cuerpos de Lewy es un trastorno del cerebro que puede ocasionar alteraciones en el pensamiento, el movimiento, la conducta y el estado de ánimo. Las alucinaciones visuales, es decir, cuando se ven cosas que no están allí, son un síntoma frecuente.

Estar sola, con hermanos ausentes, cuidando de un cuerpo vivo, pero que poco responde, genera frustración y eso se comunica durante los 70 minutos de representación. ¿Qué hacer en una situación así? ¿Cuánta gente está pasando por eso en este momento? En casas de reposo, hospitales o en el propio hogar.

Esta obra es la forma que encontró una hija de conversar con su padre extraviado, de una manera cruda y, a la vez, bella. Contradictorio, pero no hay otra forma.

Ficha artística

Dirección: Ignacia Agüero McPherson.

Asistente de Dirección: José Miguel Agurto.

Dramaturgia: Ignacia Agüero con la colaboración de Carlos Briones, Melchor Pino, Juan Diego Bonilla y Martín Acuña.

Elenco: Carlos Briones, Melchor Pino, Juan Diego Bonilla, Martín Acuña e Ignacia Agüero.

Diseño Integral: Laurene Lemaitre.

Diseño Sonoro: Santiago Farah.

Producción: Scarlett Carrasco

Fotógrafo: Daniel Corvillón.

Periodista: Claudia Palominos.

Gestor General: Mario Costa

Duración: 70 minutos.

Edad recomendada: + 14 años.

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